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3. Métodos de riego y abonos

El riego- Para asegurarse que una planta necesita realmente agua, lo más sencillo es hundir ligeramente un dedo en la tierra: si está seca al tocar, no sólo en superficie sino en profundidad, ya es tiempo de regar, con una regadera o con un vaporizador.



Los recipientes con reserva de agua.- Los recipientes con reserva de agua ofrecen una solución ingeniosa, sobre todo cuando el aire en el ambiente está muy seco (con la calefacción central por ejemplo). Rellenen la reserva de agua añadiendo eventualmente unos abonos. El sustrato la absorberá, en función de las necesidades, por capilaridad.



Abonos para el suelo.- Un aporte semanal es suficiente para la mayoría de las plantas (este puede variar de una especie a otra). Los abonos que actuan sobre las raíces existen en diferentes formas: sólidos (bastoncillos a colocar en la tierra), liquidos (a añadir al agua), o en polvo (a repartir sobre la superficie de la tierra).



Abonos para hojas.- Las plantas poco cuidadas durante algún tiempo y debilitadas (síntoma: sus jóvenes hojas son demasiado pequeñas) se tienen que alimentar aportando abono en solución sobre las hojas, lo que garantiza su absorción imediata. No den abonos en otoño (descanso vegetativo), ni a las plantas enfermas.



La sujeción.- Las plantas bien alimentadas y regadas crecen rápidamente: pueden necesitar ser sujetadas por tutores. Para desarrollarse correctamente, el tallo no debe estar demasiado apretado contra el tutor. Finalmente, giren regularmente sus plantas para exponer todas sus hojas al sol.


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